Tras la batalla

Olía a pólvora. El panorama era desolador. La soledad se había hecho repentinamente dueña de un lugar hasta la fecha lleno de vida. Todavía sonaban ecos de griterío entre un silencio que lo empapaba todo. Aquella casa abandonada a toda prisa había sido pasto de la rabia, había sido destrozada sin miramientos. Todo estaba revuelto, casi nada estaba en su sitio, las paredes estaban agujereadas, las puertas destrozadas, la suciedad se había hecho reina, la desolación mandaba. En el jardín el ambiente no era mejor. El cesped pisoteado, las flores achicharradas, la valla destrozada... En la parte de atrás de la casa, un tendal con unas sábanas salpicadas de sangre y ondeando al aire permanecía erguido como único testigo de la masacre...