Mi madre

Creí que sería siempre igual, ella saldría al jardín con la colada y yo dejaría de jugar para correr a su lado. Le daría una a una las pinzas para que fuera creando aquel tendal armonioso de cada día, con las prendas limpias de su querida y numerosa familia. Era un momento mágico porque era el único en el que yo pasaba un rato a solas con mi madre. Me daba "lecciones de tender" para que la ropa no se arrugara, a mi aquello no me interesaba, sólo me gustaba compartir con ella un momento de su rutina diaria. No recuerdo olores, ni la blancura de las sábanas. La recuerdo a ella y la sensación de protección que me producía estar a su lado. Lo hacía cada día, pero cada vez mi madre tenía menos prisa, y comenzaron nuestras largas conversaciones, nuestras confidencias, de madre a hija, de mujer a mujer, de amiga a amiga, de madre a madre. Y olvidó "las lecciones de tender" y me regaló "lecciones de Vida" y sobre todo "lecciones de Amor" en aquel pequeño rincón soleado del jardín de atrás. Y era tan divertida. Me equivoqué, no siempre iba a ser igual, porque tuvo que viajar al infinito cuando alguien desde allí la llamó. Y aquel tendal, antes perfecto, es ahora un amasijo de ropa tendida en soledad y en silencio. A mi no me gusta tender, a mi sólo me gustaba estar con mi madre. Era maravillosa.