Aquello que no era mío

Me venció, una vez más, el cansancio. Cuando desperté dormía a mi lado. Me levanté y en su ropa descubrí de nuevo aquel olor que no era el mío. Lavé aquel rastro con rabia e impaciencia y la tendí al viento en un amanecer triste. La ropa se extendía hacía el cielo, dejándose llevar, alegre, sin arrepentimiento. Entonces quité las pinzas que sujetaban aquel afán y deje que se alejaran torpemente, caídas en la tierra, de nuevo sucias. Volví a su lado, le abracé y descubrí en su piel aquel olor que no era el mío...